Había una vez un circo que tenía una gran carpa de muchos
colores: rojo, azul, amarillo, verde y morado… En su interior albergaba grandes
animales, destacaban los leones, los cuales brincaban de un lado a otro, se
deslizaban por el aro con fuego, subían por unas escaleras y su domador metía
la cabeza dentro de ellos sin sufrir ningún daño, corrían sin parar y
cuando el domador gritaba: !Quieto!, los
leones parecían congelarse no movían ni un solo musculo, cuando el domador
volvía a gritar: !Seguir! los leones
empezaban a bailar al son de la música…
Dentro del circo, también, había unos elefantes, con unas
orejas enormes y una trompa que escupía agua a todo el público, los elefantes a
cambio de cacahuetes levantaban la pata, luego la otra, se hacían los
dormidos y se tiraban unos a otros, una pelota roja. Los otros animales eran dromedarios, camellos, caballos y hasta monos que saltaban de un lado a otro sin
ninguna red y comían plátanos sin parar.
Dentro de la gran
carpa colgaban los trapecistas que saltaban a una gran altura, y pasaban por
encima de una cuerda muy fina, y a veces, lo hacían a la pata coja… Sin hablar de unas
niñas que se ponían el pie en la cabeza, que se encerraban en una caja muy
pequeña, y que hacían unos movimientos muuuuyyy difíciles, eran las
contorsionistas...
Era un circo muy grande que tenía a su vez una gran familia
formada por animales y personas que hacían juegos muy divertidos, pero el
público nunca se reía.
Cuando terminaba la función, todos se preguntaban porque el público no se reía, llevaban muchos años recorriendo kilómetros subidos en vagones tirados por una locomotora pero nunca habían oído una risa,
estaban muy desanimados y muy pero que muy tristes.
Un día llegaron a una
ciudad muy bonita, se llamaba Ronda, tenía un puente con tres arcos por donde pasaban los
coches y debajo había un río, comenzaron a montar la gran carpa y empezaron a
bajar los elefantes, los leones, los camellos, los dromedarios, los caballos,
los monos… Mientras terminaban de montar la gran carpa, una pareja se acercó al
circo, deseaba trabajar en el, tenían unos nombres muy raros, Pipi y Popo. El dueño del circo les dijó que si conseguían arrancar una
sonrisa al público se quedarían para siempre, ellos no se lo pensaron dos
veces, y aceptaron el trato…
Después de actuar los leones, los trapecistas, los elefantes
cada animal y persona que formaba la gran familia del circo, el cierre era la
nueva pareja.
Cuando salieron al
escenario iban vestidos de una forma muy rara, tenían unos pantalones muy
grandes y de muchos colores como la carpa, además tenían unos sombreros encima de
la cabeza, y unos zapatos enormes, llevaban una chaqueta de muchos colores y con
una flor en la solapa que escupía agua, y su nariz era roja como
un tomate… Cuando el público lo vio se quedo con la boca abierta… Ellos comenzaron
a sacar cosas del baúl: ropa, aros, una
guitarra, y una peluca.
Pipi puso sus gafas en el suelo para probarse la peluca, se
levantó y se acercó al público para que lo viera, mientras Popo, sin darse
cuenta, piso sus gafas… Cuando Pipi
escuchó “crack” se dio la vuelta, rápidamente, y empezó
a reír a carcajadas, se hizo el silencio, pero un segundo después, el público comenzó a reír sin parar jajajajajajajajajajajajajajaja…
A partir de ese día, cada familia del circo cuenta con payasos, son muy divertidos, muy
graciosos y lo llenan todo de color y de grandes sonrisa, tanto a los pequeños como a los adultos. Así fue como el circo más grande del mundo, se convirtió en
el circo más alegre porque el público reía sin parar, gracias a los payasos.
Colorín, colorado,
quien se ría, en payaso se convertirá.
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