miércoles, 31 de octubre de 2012

Tiempos difíciles


- ¡Mama!, ¡Mama!, ¿Qué guardo en mi maleta?

- Cariño, guarda algo de ropa interior, algo de ropa y no te olvides de tu conejito, Rabby.

- Mama, no entiendo por qué tenemos que correr tanto.

- Dani, hijo mío, ya lo entenderás. Haz la maleta lo más rápido que puedas.

- Y, ¿Dónde está papa?

- Ha bajado a la calle.

Daniel cogió a su hermana pequeña de la mano izquierda por que en su derecha guardaba un chupete como si de un tesoro se tratase. Mientras le contaba a su hermana entre susurros: mama me ha dicho que nos vamos a un lugar muy guay, donde hay muchos niños como nosotros, donde hay un jardín enorme para jugar a la pelota… Aún así no entiendo lo de la prisa.

Justo en ese preciso momento,  un ruido de la calle hizo que su corazón se sobresaltara, puso atención a lo que decía pero no entendía con claridad, sólo eran gritos y llantos, entre las voces pudo distinguir: ¿Serán capaces?

Daniel siguió con su maleta, coloco su chándal favorito de los Gormiti, bajo los gritos de su madre: -  ¡Daros prisa!, ¡Daros prisa!

Bajaron rápidamente la escalera cuando al atravesar la puerta, su hermana y él pudieron comprobar la cantidad de gente que había en la calle, al grito de palabrotas que en su cabeza aún sonaban peor.

-          Mama, ¿Qué pasa?

-          Nada hijo, nada sólo han salido a la calle para … para …. Para protestar por la subida de la luz.

Se detuvieron frente a su coche un Ford fiesta de color verde metalizado

-           Mama,¿Nos vamos a ir sin papa?,¿ Papa no estaba en la calle?, no lo ...

Daniel no pudo terminar la frase por qué el grito de su padre le llamo la atención, ¿No podéis hacernos esto?, no es justo. Desde el coche pudo ver como un policía, agarraba a su padre con fuerzas y en ese momento empezó a gritar  todo lo que su pulmón de ocho años le permitía:

 - ¡!Paaaaaappppaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!

Su madre les dijo: -  no moveros de aquí.  Daniel agarra a tu hermana de la mano, y bajo ningún concepto te muevas de aquí.

Daniel agarro la mano de su hermana por segunda vez en esa tarde y lloriqueando dijo: -  vale mama.

La madre corrió hacia el padre  mientras gritaba: “Dejarle en paz, cabrones, estamos desesperados”, entre empujones pudo llegar hasta él, y viendo su pecho con la sangre saltada del golpe sufrido con la porra, se fundieron en un abrazo, mientras el populacho abucheaba a los guardias.

Y con la voz más dulce que ella jamás haya oído, dijo:

-           No te preocupes, amor mío, estoy bien, lo más importante es que los niños estén bien.

A la mañana siguiente, todo parecía un mal sueño, cuando Daniel abrió los ojos en una cama extraña, estaba en un Albergue y la sonrisa que esbozo al ver el jardín enorme por la ventana, hizo que disminuyera  el dolor de sus padres por haber perdido su casa, sus pertenencias. En definitiva, SU HOGAR.

 


                                                                 No más desahucio en nuestro país.