Una carrera, un módulo, un curso, un taller... ¿Cuántos de nosotros hemos
realizado algunos de los anteriores con la intención de aprender? Aprender en
el sentido más pequeño y corto de la palabra, cuando lo tratamos en los
anteriores ejemplos, aprendemos conceptos, métodos y evaluación sobre cómo
llevar la actividad, cómo plantearla, cómo evaluarla y si me apuran hasta cómo
presupuestarla...
Cuando realizas el Curso de Aptitudes
Pedagógicas, aprendes qué es una unidad didáctica, sus partes, qué es el
Proyecto Curricular del Centro y un sin fin de mil cosas más, que a la hora de
la verdad, no te ayuda mucho… Cuando te enfrentas a un grupo, aprendes de verdad: sabes que Infantil, adora
correr, y si en medio del monte mediterráneo, lo dejas “echar una carrera hasta
la encina” (Con la correspondiente explicación de la encina, que todos están
con los ojos bien grandes y las orejas afiladas para no equivocarse y no tocar
otro árbol que no sea la encina) se emocionan tanto, que solo por eso ya merece
la pena.
Si cuando hablas del quejigo, le pides que cada uno recoja un puñado de
hojas, y las lanzas al aire con ellos debajo mientras les dice que el árbol es
caduco, da la sensación que el otoño ha arropado el ambiente.
Si cuando les cuenta (La Historia es el cuento más bonito, si se sabe narrar
bien…) que los seres humanos tiraban de las piedras enormes llamadas ortostatos
y les deja tirar de las cuerdas y la piedra se mueve, su cara suple cada rato
que el sol estaba fuera y me quedaba en la habitación hincando codos.
Si cuando les deja tocar las herramientas: un hacha, una azuela, una hoz,
etc. Comprueban como pesa, de qué material está hecho y hasta para que sirve en
el momento, seguramente en cualquier otro lugar reconocerán el sílex (Seguro
que no con ese nombre pero si, al menos con el término de la piedra de los
prehistóricos)
Cuando una se dedica a esto, es cansado, agotado y complejo pero cuando
logras que el alumnado abra la boca mientras le narras el cuento o cuando se
marchan diciéndote: “Me lo he pasado
super bien, más que bien” el cansancio deja paso a la afectividad, el alumnado se convierte en el protagonista de
tu cuento, de un cuento real, donde los contenidos, objetivos, metodología están
presentes pero aprendes a valorar su sonrisa, sus preguntas, sus dudas… En fin,
a individualizar.
Muchos de vosotros estaréis pensando que ese protagonismo- individualismo es
imposible llevarlo a cabo en una clase con un horario fijo, con una programación
estricta, con un alumnado que no le interesa el tema… Y es posible, solo hace
falta, quebrarse la cabeza, solo hace falta que el trabajo de maestro no sea un
trabajo ni una salida laboral sino que sea una profesión.
Existen muchos recursos que pueden emplear para la clase de Historia in
situ, no hace falta salir del aula, desde solicitar al museo de la ciudad
piezas cerámicas para llevar a clase, llevar huesos y pulimentarlos, piedras
para tallar…
Seguiremos reinventando a cada instante.
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