martes, 15 de octubre de 2013

La didáctica de la vida...


Una carrera, un módulo, un curso, un taller... ¿Cuántos de nosotros hemos realizado algunos de los anteriores con la intención de aprender? Aprender en el sentido más pequeño y corto de la palabra, cuando lo tratamos en los anteriores ejemplos, aprendemos conceptos, métodos y evaluación sobre cómo llevar la actividad, cómo plantearla, cómo evaluarla y si me apuran hasta cómo presupuestarla... 

Cuando realizas  el Curso de Aptitudes Pedagógicas, aprendes qué es una unidad didáctica, sus partes, qué es el Proyecto Curricular del Centro y un sin fin de mil cosas más, que a la hora de la verdad, no te ayuda mucho… Cuando te enfrentas a un grupo, aprendes de verdad: sabes que Infantil, adora correr, y si en medio del monte mediterráneo, lo dejas “echar una carrera hasta la encina” (Con la correspondiente explicación de la encina, que todos están con los ojos bien grandes y las orejas afiladas para no equivocarse y no tocar otro árbol que no sea la encina) se emocionan tanto, que solo por eso ya merece la pena. 

Si cuando hablas del quejigo, le pides que cada uno recoja un puñado de hojas, y las lanzas al aire con ellos debajo mientras les dice que el árbol es caduco, da la sensación que el otoño ha arropado el ambiente. 

Si cuando les cuenta (La Historia es el cuento más bonito, si se sabe narrar bien…) que los seres humanos tiraban de las piedras enormes llamadas ortostatos y les deja tirar de las cuerdas y la piedra se mueve, su cara suple cada rato que el sol estaba fuera y me quedaba en la habitación hincando codos. 

Si cuando les deja tocar las herramientas: un hacha, una azuela, una hoz, etc. Comprueban como pesa, de qué material está hecho y hasta para que sirve en el momento, seguramente en cualquier otro lugar reconocerán el sílex (Seguro que no con ese nombre pero si, al menos con el término de la piedra de los prehistóricos)

Cuando una se dedica a esto, es cansado, agotado y complejo pero cuando logras que el alumnado abra la boca mientras le narras el cuento o cuando se marchan diciéndote: “Me lo he pasado super bien, más que bien” el cansancio deja paso a la afectividad,  el alumnado se convierte en el protagonista de tu cuento, de un cuento real, donde los contenidos, objetivos, metodología están presentes pero aprendes a valorar su sonrisa, sus preguntas, sus dudas… En fin, a individualizar. 

Muchos de vosotros estaréis pensando que ese protagonismo- individualismo es imposible llevarlo a cabo en una clase con un horario fijo, con una programación estricta, con un alumnado que no le interesa el tema… Y es posible, solo hace falta, quebrarse la cabeza, solo hace falta que el trabajo de maestro no sea un trabajo ni una salida laboral sino que sea una profesión. 

Existen muchos recursos que pueden emplear para la clase de Historia in situ, no hace falta salir del aula, desde solicitar al museo de la ciudad piezas cerámicas para llevar a clase, llevar huesos y pulimentarlos, piedras para tallar… 

Seguiremos reinventando a cada instante.

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