- ¡Mama!, ¡Mama!, ¿Qué guardo en mi maleta?
- Cariño, guarda algo de ropa interior, algo de ropa y no
te olvides de tu conejito, Rabby.
- Mama, no entiendo por qué tenemos que correr tanto.
- Dani, hijo mío, ya lo entenderás. Haz la maleta lo más
rápido que puedas.
- Y, ¿Dónde está papa?
- Ha bajado a la calle.
Daniel cogió a su hermana pequeña de la mano izquierda
por que en su derecha guardaba un chupete como si de un tesoro se tratase.
Mientras le contaba a su hermana entre susurros: mama me ha dicho que nos vamos
a un lugar muy guay, donde hay muchos niños como nosotros, donde hay un jardín
enorme para jugar a la pelota… Aún así no entiendo lo de la prisa.
Justo en ese preciso momento, un ruido de la calle hizo que su corazón se
sobresaltara, puso atención a lo que decía pero no entendía con claridad, sólo
eran gritos y llantos, entre las voces pudo distinguir: ¿Serán capaces?
Daniel siguió con su maleta, coloco su chándal favorito
de los Gormiti, bajo los gritos de su madre: - ¡Daros prisa!, ¡Daros prisa!
Bajaron rápidamente la escalera cuando al atravesar la
puerta, su hermana y él pudieron comprobar la cantidad de gente que había en la
calle, al grito de palabrotas que en su cabeza aún sonaban peor.
-
Mama, ¿Qué pasa?
-
Nada hijo, nada sólo han salido a la calle para … para ….
Para protestar por la subida de la luz.
Se detuvieron frente a su coche un Ford fiesta de color
verde metalizado
-
Mama,¿Nos vamos a
ir sin papa?,¿ Papa no estaba en la calle?, no lo ...
Daniel no pudo terminar la frase por qué el grito de su
padre le llamo la atención, ¿No podéis hacernos esto?, no es justo. Desde el
coche pudo ver como un policía, agarraba a su padre con fuerzas y en ese
momento empezó a gritar todo lo que su
pulmón de ocho años le permitía:
- ¡!Paaaaaappppaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!
Su madre les dijo: - no moveros de aquí. Daniel agarra a tu hermana de la mano, y bajo
ningún concepto te muevas de aquí.
Daniel agarro la mano de su hermana por segunda vez en
esa tarde y lloriqueando dijo: - vale
mama.
La madre corrió hacia el padre mientras gritaba: “Dejarle en paz, cabrones,
estamos desesperados”, entre empujones pudo llegar hasta él, y viendo su pecho
con la sangre saltada del golpe sufrido con la porra, se fundieron en un
abrazo, mientras el populacho abucheaba a los guardias.
Y con la voz más dulce que ella jamás haya oído, dijo:
-
No te preocupes,
amor mío, estoy bien, lo más importante es que los niños estén bien.
A la mañana siguiente, todo parecía un mal sueño, cuando
Daniel abrió los ojos en una cama extraña, estaba en un Albergue y la sonrisa
que esbozo al ver el jardín enorme por la ventana, hizo que disminuyera el dolor de sus padres por haber perdido su
casa, sus pertenencias. En definitiva, SU HOGAR.
No más desahucio en nuestro país.